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TERCERA  PARTE

CESAR DIAZ ECHEVARRÍA Y SU LABOR PERIODÍSTICA EN TAPIA






Nació César  el 14 de enero de 1915 en Ribadeo. Hijo de Sabino y María, vino al mundo en una familia humilde de ocho hermanos. Transcurrieron sus años de infancia en esa villa gallega, tan próxima a Tapia, que permite la visión, desde el Faro de Ribadeo,  de la villa asturiana, destacándose en el horizonte la torre de su iglesia con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y el Faro, junto a los espigones de entrada a su pequeño puerto. Estudió César en el Colegio vulgarmente denominado Escola dos Frailes, por estar regentada por los Agustinos y haber sido sufragada y sostenida por la Fundación Clemente Martínez Pasarón, uno de aquellos indianos que fueron importantes benefactores en su tierra natal.

A la edad de catorce años, siguiendo los pasos de tantos chicos de la época, hubo de ponerse a trabajar. Lo hizo en la Farmacia Casariego de su pueblo ribadense y allí, como auxiliar de aquella botica y cubriendo todas las funciones de la misma, permaneció hasta los dieciocho años en que marchó a Madrid. Esta marcha tuvo su origen en seguir los pasos de su hermano Manolo, que ya residía allí trabajando en la imprenta de otro ribadense, Carlos Suárez Couto,  y con el propósito de presentarse a unas oposiciones al Cuerpo de Farmacia Militar. Para esta finalidad, ingresó previamente en el ejército como voluntario. Corría el año de 1933 y Madrid era ya un hervidero político y social. Las oposiciones se celebraron, aprobó inicialmente, pero una de tantas cacicadas de las que han sucedido en este país, le privó del puesto bien ganado a pulso. Fue excluido, posteriormente de las listas de aprobados en beneficio del hijo de un importante militar.

La vida cambió por completo, debiendo continuar en Madrid para terminar el servicio militar. Entre tanto trabajó, ayudando a su hermano, en las tareas cotidianas de la imprenta Mercurio, en la Plaza de Jesús número 6, justamente enfrente de la Iglesia de Jesús de Medinaceli. Tras las continuas revueltas de la España del período de 1933 a 1936, la guerra le atrapó en Madrid. Su hermano Manolo moría en ese mismo año de 1936, en un hospital madrileño, en plena juventud. César pasaba a vivir toda clase de sucesos, más o menos trágicos, hasta salvar in extremis la vida en ambos bandos. Tras la guerra conoció a quien sería su esposa, Dolores Aledo Ferrández, en Alicante. Después de su boda, su periplo de militar le llevó a La Coruña, Valladolid, Valencia y Melilla. En esta última ciudad dejó el Ejército regresando a la vida civil en su pueblo natal de Ribadeo. Era el año 1953 y poco después encontraba en Tapia el reinicio de su vida laboral. En Tapia de Casariego se reencontraría con viejas ilusiones, floreciendo nuevamente su vida social, cultural y de activa participación en toda clase de iniciativas en pro de la villa y de su desarrollo, especialmente turístico.

Fue después de su  regreso a Galicia en el año 1953, tras dejar su carrera militar y volver a su vida ribadense, cuando se despierta una escondida vocación en César: el periodismo y la  literatura. En sus años jóvenes había devorado libros y leído multitud de novelas y obras de autores diversos. Leyó numerosas obras de los clásicos españoles y, también, de autores más próximos a su tiempo. Después, la dura lucha por la vida, la supervivencia y el abrirse paso a través de muy complejas circunstancias, le hizo olvidar todo ese mundo. Pero lo llevaba dentro y le salía, a borbotones, en su conversación, durante sus años vividos por España adelante.

Fue, como decimos, al regresar a su pueblo y disponer de un tiempo más amplio y, sobre todo, más sosegado cuando empezó a escribir. Le hubiese gustado ser periodista de carrera, pero esto no fue posible jamás. Pero, una vez instalado en Tapia de Casariego y unido a un grupo de tapiegos con gran iniciativa, tiró del carro. Así fue como ayudó a poner en marcha una segunda época de El Faro de Tapia, periódico local de publicación mensual.

Durante tres años, los que van desde 1956 a 1958, escribió incesantemente. Tras su jornada laboral solía quedarse en su oficina de la Casa Sindical de Tapia y allí tecleaba de continuo. Durante horas, hasta muy entrada la noche, escribía y dejaba correr su imaginación. Elaboraba noticias y recreaba escenas de la vida cotidiana en Tapia o en Castropol, en Ribadeo o en cualquier villa o aldea del Occidente asturiano. Recorría los pueblos de la zona, hablaba con alcaldes y marineros, con labradores y comerciantes.  Se iba enterando de sus problemas y preocupaciones que luego llevaba a las páginas de la prensa o hacía saltar a las ondas radiofónicas. Fue un excelente conocedor de todo el territorio que va de Ribadeo a Luarca  y de la problemática que en cada lugar envolvía a sus habitantes.

César desarrolló tareas periodísticas en tres grandes frentes: el periódico El Faro de Tapia en el que publicaba toda clase de artículos, entrevistas y reportajes; el diario de Oviedo La Nueva España en el que escribía con frecuencia artículos; y la emisora Radio Luarca en la que tenía un programa  que se  denominaba Habla Tapia, que se emitía todos los viernes a la una y media del mediodía. Estos tres frentes fueron los que recogieron, a lo largo de tres años completos, su amplia producción periodística. Es obvio que ésta se centraba en las cosas que pasaban en Tapia y en el Occidente de Asturias y no en grandes temas de interés nacional. Pero eso es lo que las hace más entrañables al contemplar sus escritos con la perspectiva de cincuenta años. César escribía de aquellas cosas que constituían las preocupaciones cotidianas de los habitantes de ese territorio.
Así, aparte de su actividad laboral, César pudo dar rienda suelta a sus aficiones a escribir. Allí se gestó el volver a sacar a la luz la vieja publicación El Faro de Tapia. Este había sido un periódico, de publicación mensual, que tuvo su existencia durante varios años del siglo XIX y principios del XX. Un grupo de personajes de Tapia pusieron manos a la obra en el año 1955 y el día 7 de enero de 1956 sacaron el número 1 de esa 2ª época del periódico a la calle. César se ocupaba de los más diversos aspectos de esa publicación mensual. Escribía muchos de los artículos y noticias, buscaba y gestionaba otros, hacía entrevistas y reportajes en pueblos y aldeas limítrofes, coordinaba con el director, que era el periodista ovetense  Eugenio de Rioja, se ocupaba de la distribución y envío del periódico a los suscriptores y hasta se preocupaba de sus finanzas.

La lectura actual de sus escritos nos retrotraen al recuerdo de diversos acontecimientos ocurridos en esos años, así como de muchas personas, fallecidas unas y en avanzada madurez las otras. Se rescatan de la noche de los tiempos multitud de recuerdos de pequeñas cosas. Y a veces, no tan pequeñas. Y dentro de esos diversos temas que iba tocando, surge a menudo su gran pasión: el mar. César llevaba el mar en sus entrañas, en la retina de sus ojos y en el fondo de su corazón. Y, también, el mundo marinero y de los marineros. Fuesen los de Tapia o los de Ribadeo, eran con frecuencia sujetos principales de sus escritos. La simple lectura de estos demuestra este aserto: estaba enamorado del mar y de la ría de Ribadeo.

En la parte de este libro que dedicamos a transcribir una pequeña muestra de sus escritos, se incluyen una selección de artículos, entrevistas y reportajes publicados entre 1956 y 1958 en El Faro de Tapia o en La Nueva España, así como algunos de los programas radiofónicos de Habla Tapia, lanzados a las ondas desde Radio Luarca, emisora que, entonces, se autopublicitaba como la voz de la Villa Blanca de la Costa Verde.

El Faro de Tapia se publicó, ininterrumpidamente, durante tres años. En diciembre de 1958 salía a la calle el último número. César se había trasladado a vivir a Ribadeo dos meses antes, dando por terminada su etapa en la villa tapiega. El periódico de Tapia no pudo ya sobrevivir sin su trabajo continuado en todos los frentes, aparte de sus agobios económicos.

No fue solamente la tarea de rellenar con numerosos artículos, entrevistas y reportajes las hojas de El Faro de Tapia, su única expansión literaria y periodística. Durante esos años de vida y trabajo en Tapia escribió, como ya hemos reseñado, numerosos reportajes para la emisora de radio del Occidente asturiano que emitía desde Luarca. Allí, aparte de otras colaboraciones esporádicas, mantuvo en antena su programa, el que escribía cada semana, Habla Tapia. Este  espacio radiofónico, que alcanzó popularidad entre todos los tapiegos de esos años, iba desgranando semanalmente la vida y noticias de Tapia y del Occidente astur. Este programa se unía a una serie de reportajes y entrevistas que César fue realizando sobre pueblos y villas de ese Occidente asturiano.

Esperamos que la lectura de esos escritos traiga a la memoria de ribadenses, tapiegos y restantes habitantes de otras muchas poblaciones del Occidente de Asturias, un mar de recuerdos de cosas, sucesos y personas. Y que podamos contribuir con esto a mantener la memoria de unos tiempos que se van quedando lejos, tras los mil recodos de los caminos que la vida va abriendo en su marcha hacia adelante. Sería un buen homenaje a todos ellos, pasar nuestra vista y nuestra mente por sus nombres, los lugares en que vivían, los sucesos que protagonizaron... Y para el mundo más joven que habita en estas zonas, la oportunidad de conocer cómo era la vida de sus padres, abuelos o bisabuelos en este recodo de la tierra.

Con su regreso, ya definitivo, a Ribadeo en 1958, tras lograr su traslado como empleado administrativo de Sindicatos, que pronto dejó para pasar a ser Secretario de la Cofradía de Pescadores y Agente del Instituto Social de la Marina, terminaba su etapa periodística activa. Abandonar sus muchas horas tras la máquina de escribir, llenando páginas y páginas de El Faro de Tapia  y de su programa radiofónico, le costó mucho, máxime que en Ribadeo no encontró ya ese campo de actuación. Ribadeo, su pueblo del alma, no tenía un ideal colectivo de actuación como sucedía en Tapia.

Y así fue transcurriendo su vida hasta su jubilación en 1980. Después intensa vida familiar y de amigos, alternando estancias en Ribadeo con otras en Alicante y Madrid. Siempre, el recuerdo de sus amigos y compañeros de toda la vida, a los que escribió cientos y cientos de cartas. Y siempre, el recuerdo de aquella primera salida del pueblo, sus años plenos de vida de Madrid y sus infinitas tardes de pesca y navegación con el Curricán, con el Pablo y Lidia y con el Alacant por la ría de Ribadeo.

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