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CAPÍTULO V

DE LA VIDA DEL PUEBLO

El Faro de Tapia, aunque de edición mensual, lo que limitaba sobremanera sus posibilidades informativas, sí era un espejo de la vida del pueblo. Así, número a número, se iban reflejando acontecimientos y sucesos de todo tipo que salpicaban  esa vida que corría por sus calles y entre sus habitantes. Como niño que era yo entonces, percibía esos acontecimientos a través de las conversaciones que iba escuchando en mi casa a mis padres o a algunos de sus amigos. Bien en nuestra casa, bien en visitas a las de estos amigos, en una época en que era frecuente que los hijos acompañasen a sus padres en ese tipo de salidas con sus amistades, solía escuchar, entre atento y divertido, esos largos ratos de conversación de los mayores contando cosas y sucedidos. Otras veces se trataba de mis personales vivencias, en las calles y plazas de Tapia y, como no, en el muelle. Allí se veía y se escuchaba, se percibía la vida que pasaba por delante de nuestros ojos.

De algunos acontecimientos o sucesos nos ocupamos en otros capítulos de este libro. Es el caso de lo relacionado con el mar y sus gentes o con los ecos de sociedad, por poner dos ejemplos concretos. Pero, al margen de esto, siguiendo una lectura a través de los diversos números del periódico publicados, podemos entresacar las que siguen. Son una muestra de ese discurrir del día a día de aquellos años en Tapia. Cosas sencillas, con frecuencia de poca relevancia más allá de los límites del pueblo. Pero cosas que llenaban los días y las conversaciones de sus convecinos.

Entre toda esa serie de pequeños acontecimientos de esos años cincuenta y, puesto que tenemos delante las páginas de numerosos ejemplares de El Faro de Tapia, extraeré algunos de ellos, más que por su relevancia, por su diversidad, con el ánimo de ir formando un mosaico de sucesos y vivencias que permitan percibir aquella sencilla y tranquila vida del pueblo de Tapia. Disculpe el lector el no llegar, quizás, a otros que se queden fuera del relato. La razón será, sin duda, el no haber tenido conocimiento de ellos o no haberlos vivido en aquellos años, o el omitirlos para no redundar en exceso en los temas en aras a la sencillez de este libro que no pretende ser, como ya se ha dicho, de análisis histórico de aquellos años tapiegos. De nuevo hago constar que los que figuran son los de personas que conocí o de las que oí hablar en mis años de estancia en Tapia, así como otras que eran citadas en las páginas de El Faro de Tapia.

Las chicas de la Sección Femenina del Frente de Juventudes, que por esa época tenía cierta vida en Tapia, al igual que en la mayoría de los pueblos españoles, habían formado un Grupo de Coros y Danzas. Era una forma de canalizar hacia el baile y la música las aficiones de un grupo de jóvenes del pueblo. Pero parece que lo hacian bastante bien, dentro de esas inclinaciones musicales, a juzgar por lo publicado en varios números de El Faro. Así en el correspondiente a marzo de 1956, se dice que Estuvieron más tiempo en Oviedo las chicas de la Sección Femenina. Obtuvieron un gran éxito con sus bailes y canciones. El grupo estaba formado por Carolina Santamarina, Ana María López,  Consuelo Vares, Felicidad y Antonia Mariñas, Antonia Fernández Mon, Maruja Fernández, Matilde Sánchez, Conchita Nogueiro, Mary Pérez,  Teresa Verdiales, Adelaida Fernández, Dolores Cuervo, Azucena Veiga y Berta Arias. Por cierto, que tras su actuación en el Teatro Campoamor de Oviedo, el regreso fue todavía más accidentado, ya que las nevadas prosiguieron y se cerró el puerto, por lo que hubieron de quedarse en Oviedo hasta que se restablecieron las comunicaciones por carretera unos días más tarde.


                                                   Grupo folklórico de Tapia de Casariego

La climatología de esos años era dura. Mis recuerdos son claros en este punto. Me basta con traer a mi memoria los muchos días de vientos fuertes o las tormentas que, con frecuencia, descargaban sobre la zona. No puedo olvidar, una de ellas, en una noche de invierno en la que permanecíamos todos guarecidos en nuestras casas. La luz se había ido ya hacía un rato. Nos alumbrábamos con la tenue luminosidad de una vela que dibujaba sombras movedizas sobre la mesa y las paredes de nuestra cocina. Llovía a mares fuera. Los truenos iban en cascada creciente y parecían mover los muros de la casa. En un momento determinado me asomé a una de las ventanas para ver el espectáculo. En ese instante un fogonazo inmenso surcó los cielos y pareció caer a tierra a pocos metros. El resplandor iluminó todas las casas que se divisaban desde mi ventana y cubrió de luces todo el cielo. Y, en medio de un mayúsculo susto, el rugido de un trueno estalló en mil pedazos, rebotando por cielos y tierra. Pensé, a los pocos instantes, repuesto de la sensación vivida, que el rayo había caído en alguna casa colindante a la nuestra. Tal fue el estruendo que se produjo. Al día siguiente oí decir que el rayo había caído en la torre de la Iglesia Parroquial. El pararrayos que existía en esa torre atrajo la poderosísima carga eléctrica lo que, dada la proximidad de nuestra casa a la Iglesia, justifica la sensación que viví en ese momento.

Y esto no era cosa excepcional. Realmente la climatología de aquellos años cincuenta dejaba caer sus efectos sobre el pequeño pueblo de Tapia. Pero quienes vivíamos allí estábamos acostumbrados y endurecidos frente a esto. Nada nos privaba de salir a calles y plazas, de bajar al muelle o acercarnos a la playa a corretear, buscar cangrejos o coger pulgas marinas para pescar. Por cierto, que éstas las cogíamos haciendo en la arena de la playa un pequeño agujero y colocando un cubo de los que llevaban los niños pequeños par jugar. Al remover la arena  seca de los alrededores del agujero, las blancas y limpias pulgas marinas saltaban en auténtica jauría, cayendo, la mayor parte de ellas en el interior del cubo. Una vez repleto de estos animalillos, se tapaba y se llevaba para pescar en el río Anguileiro, en el muelle o en algunas rocas de la costa que rodea Tapia. Eran un excelente cebo de pesca.

Las lluvias azotaban, como decíamos, día tras día y los vientos se sucedían, rolando del sudoeste al noroeste y vuelta a empezar. Solamente entre julio y setiembre había un respiro. En ellos, el sol lucía durante bastantes días, mientras las temperaturas, siempre suaves, animaban al baño en la playa de Tapia.  Como muestra de las cosas de la meteorología de la época, podemos leer lo que decía, al respecto, El Faro de Tapia: Los datos meteorológicos más sobresalientes del mes de enero de 1956 indican que hubo lluvia total de 98,2 litros por metro cuadrado. El número de días de lluvia fue de 19. Como se ve este mes ha sido bastante pródigo en precipitaciones, iniciándose así una etapa más húmeda. De temperaturas ha sido un mes benigno, pues la media de las máximas de cada día ha sido de 12,4 y la media de las mínimas 7,6 grados. El día 24 llegó el termómetro a marcar 19,8 grados y el día de Reyes, registró la mínima del mes con 2 grados. El viento sopló de SW 26 días del mes, siendo el 23 la velocidad máxima registrada con 62 Km por hora. Estos datos dejan claro de que iba la meteorología de aquel mes en pleno invierno.

La vivienda, como necesidad de los tapiegos, era uno de  los problemas básicos en los años cincuenta. De un lado quienes, tras casarse, constituían una nueva familia necesitada de hogar y de otro los escasos forasteros que, de tarde en tarde, se iban instalando en Tapia. Aparte de esto, hacia el final de los años cincuenta, la llegada de veraneantes fue provocando una lenta, pero continuada, demanda de habitaciones y de casas. Por esta época se inició la construcción del Hostal Los Campos. En un principio se pensó en un parador o albergue, e incluso un hotel mayor. Finalmente el proyecto quedaba en un Hostal con excelentes vistas sobre la playa.


                                                      Hostal Los Campos en construcción

A mediados de los cincuenta, se construía en el pueblo el bloque de 22 viviendas del Patronato Francisco Franco y salían a subasta otras 48 para pescadores, así como 12 casas para los profesores del Instituto Laboral. En el pueblo había disparidad de opiniones acerca de su emplazamiento. Y sucedió lo mismo que ya había pasado, con anterioridad, al comenzar a construirse casas en el alto de la playa. En el primer momento hubo fuerte oposición a esas construcciones. Después se vio que había sido acertada la ubicación. Con las viviendas construidas en el campo de San Blas sucedió lo mismo. Se decía que era lugar de esparcimiento de los niños y para tender las redes de los pescadores.

Los problemas de la escasa iluminación eléctrica en las calles de Tapia seguían el mismo curso que los de otras poblaciones cercanas. Al igual que sucedía en Navia, por citar un ejemplo que aparecía en la prensa de aquellos años, el cronista de El Faro de Tapia señalaba un curioso dato: en la carretera general Santander- La  Coruña, a su paso por Tapia, existían tan solo siete luces. Es decir que siete bombillas colocadas a lo largo de la calle formada por el paso de la citada carretera por el pueblo, era todo el alumbrado existente. Si contamos que se fundían con frecuencia, podemos concluir que la oscuridad era compañera de las noches de Tapia por aquella zona y en aquellas largas noches de invierno. De esto puedo dar fe ya que en nuestros juegos infantiles en la calle, que era el lugar predilecto para jugar en esos años, solía envolvernos la oscuridad más completa. Esas escasas bombillas, colgadas en el centro de las calles por un alambre, bailaban sin cesar tan pronto soplaba la menor brisa y los vientos de toda dirección. Entre que había pocas, que alumbraban menos y que se fundían con frecuencia, la caída de la noche sumía las calles en tonos grises y negros. Pero los ojos infantiles podían con todo y, acostumbrados ya a esa oscuridad, corríamos o saltábamos como si estuviésemos a plena luz del día. Además, esa oscuridad  añadía más encanto a nuestros juegos infantiles, en especial el de policias y ladrones.

Uno de los grandes alicientes de las tardes y noches de Tapia eran las sesiones de cine en el Edén. Ya hemos indicado antes como era ese pequeño local, situado en el corazón del pueblo. Allí acudían, masivamente, las gentes de Tapia a ver los sucesivos estrenos. En las páginas de El Faro, podemos ver anunciadas para aquellos días films como El Desfiladero del Cobre, Música y Lágrimas, Tres soldados o Fort Apache. El cine era, sin duda, el espectáculo más popular y querido de las gentes de toda condición social. El cine tenía una magia especial para aquellos espectadores de los años cincuenta. No existían, además, otras formas alternativas de diversión cotidiana. Y era un lugar abrigado de las inclemencias exteriores. En el cine se estaba bien y se disfrutaba mucho, dentro de aquella sencilla vida de los vecinos de entonces de villas y pueblos. Para los niños, todo esto se sublimaba al máximo en una alta dosis de felicidad. Poder ir al cine era lo mejor que nos podía pasar en aquellos tiempos de Tapia. Como decimos, el Cine Edén era la única sala de proyecciones. A escasos metros de mi casa, frente a la Casa Sindical en la Plaza de Zoilo Iglesias, estaba en el centro del pueblo. Allí viví las mil sensaciones de las películas habituales de la época, que hacían nuestras delicias: las del Gordo y el Flaco, las de Cantinflas, las del Oeste, las de capa y espada, las de romanos, las de bailaoras y toreros, las de bandoleros de Sierra Morena y patriotas contra el ejército de Napoleón, las de batallas de americanos o los aliados contra japoneses y alemanes, los extraordinarios dibujos animados de Walt Disney, las comedias americanas, las españoladas, las de carácter religioso y tantas otras que marcaban géneros distintos. Pero el denominador común, al margen de su mayor o menor calidad o de la cantidad de cortes e interrupciones que se sufrían por el deterioro de las cintas que llegaban a cada pueblo, era que suponían un par de horas de entretenimiento colectivo, entre risas o llantos, entre emociones o aburrimiento. La gente disfrutaba con el cine y comentaba cada día, con los suyos, los avatares de la última película que habían visto. Por eso, el Cine Edén, con sus limitaciones, ha quedado en el recuerdo de todos los que vivíamos en Tapia en aquellos años cincuenta.



                                        Escenario del Cine Edén en los cincuenta

Para los hombres y chicos, el fútbol constituía otro importante espectáculo de masas. Eso sí, había que caminar hasta el campo  local, que siempre ha estado situado detrás de la playa, rodeado por el río Anguileiro. En esos años, el campo estaba totalmente abierto. Esto propiciaba un curioso espectáculo ya que, con frecuencia, el balón pasaba por encima de la portería del Norte y caía al agua, en medio del río. Esto que como puede suponerse pasaba con frecuencia, llevaba a que un encargado del club o algún espectador pescasen el balón y lo lanzasen al campo de nuevo, para continuar así el partido con el balón mojado. Tapia alternaba sus actividades balompédicas entre competiciones de equipos de la zona o en otras federativas. Se mantuvo, en aquellos años, en un discreto lugar entre los equipos de poblaciones vecinas. Solamente recuerdo un cierto entusiasmo colectivo alrededor del jugador Copa o Kopa. Un excelente pelotero, de buena técnica, que pronto fue fichado por el Ribadeo FC. Fue, por entonces, el jugador más destacado y carísmático de Tapia. Allí acudí a los encuentros contra el Luarca, Navia, Ribadeo, Vegadeo, Barres, Boal y algunas otras poblaciones próximas.

Las fiestas patronales de la Santísima Virgen del Carmen eran la expresión más popular del verano tapiego. Era frecuente que se celebrasen en el mes de Agosto, para aprovechar mejor así la presencia de veraneantes y forasteros, cosa que no ocurría si se celebraban en julio. Mis recuerdos van ligados al desfile matinal, por todas las calles del pueblo, de un grupo de gaiteros y de los tradicionales gigantes y cabezudos, mientras se lanzaban al cielo algunos cohetes que retumbaban por todas las esquinas del pueblo. También a algunas bandas tocando en el parque del Marqués de Casariego, adornado con pequeñas banderitas españolas con sencillez, mientras algunos puestos de venta de chucherias y dulces se entremezclaban con los clásicos tiros de escopetas de balines. Y, cómo no, con el baile de la tarde y las verbenas nocturnas que durante tres o cuatro días animaban a tope el paseo por los alrededores de esa plaza y las calles de bajada al muelle. La sidra corría en algunos bares y tabernas, mientras subían, al aire al anochecer, las notas del Asturias patria querida o de Fui al Cristu y enamoreme.




 Portada y contraportada del folleto de las fiestas de Tapia de 1951

Las fiestas del Carmen eran para los niños de Tapia el momento de máxima ilusión. Todo llamaba nuestra atención. Desde la Santa Misa del día de la Patrona, con la voz de trueno de Don Bonifacio, con Don Sabino a su vera, hasta la procesión marítima en los años en que se celebraba en el muelle, los fuegos artificiales de  medianoche, la alegre música de las verbenas, el bullir de la gente arriba y abajo por las calles tapiegas y las risas espontáneas y estruendosas cuando había cucañas, carreras de sacos u otros juegos populares. Con nuestros vestidos de domingo vivíamos embebidos todas estas cosas, que al terminarse, daban paso de nuevo a la rutina diaria de clases, estudio, meriendas y juegos infantiles callejeros. Pero el encanto y la magia de los días de fiesta del Carmen han quedado en la retina y en los oídos de todos los niños tapiegos de aquellos años. Y en los míos de un modo especial e inolvidable.

El Instituto Laboral Marqués de Casariego, aparte de las enseñanzas de Bachillerato Laboral que entonces impartía, suponía un importante centro cultural en Tapia. El origen de este centro se remontaba  a 1865, cuando fue creado como Instituto Local de Segunda Enseñanza. Más tarde, habría de ser suprimido como tal por un Real Decreto de 1901. Tras diversas vicisitudes pasó a ser colegio privado durante años. Finalmente, en los años cincuenta se convertiría en Instituto Laboral. El edificio había sido sólidamente construido, bajo la financiación de un gran benefactor tapiego: Excmo Sr. D. Fernando Fernández Casariego y Rodríguez Trilles, Primer Marqués de Casariego. Este buen hijo de Tapia, sin duda el más importante benefactor del pueblo, financió, también, en su día, una casa escuela, un hospital, la iglesia parroquial y los espigones de protección del muelle. A este insigne personaje, se le había rendido un gran homenaje popular en 1929 y en él se estrenó un Himno en su honor, compuesto por el tapiego Carlos Pérez Méndez, con música del profesor Tomás Mancisidor de Aquino. El número de El Faro de Tapia de 7 de setiembre de 1957 lo reproducía en sus páginas.

De este modo, el Instituto Laboral pasó a ser un referente debido a la gran cantidad de actos que iba organizando a lo largo de los cursos escolares, actividades que iban más allá de sus alumnos y familias, para alcanzar a toda la población local. En ocasiones se trataba de representaciones teatrales o concursos literarios, en otras de actuaciones musicales o conferencias. En una ocasión acudí, junto a una gran parte de los habitantes  de Tapia, a un concurso de albañilería que se celebraba en el patio de deportes y recreo del centro. Tras un rato de cábalas sobre lo que aquellos diversos albañiles estaban haciendo, al hilo del plano que manejaban, pudimos ver que se trataba de la construcción de una escalera. Casi todos los años, se celebraban concursos de belenes navideños. En las navidades de 1956, eran premiados como ganadores Mariano López de los Bueis, Araceli Tejerina García y Teresa Fernández Fernández. Las actividades del Instituto eran incesantes y variadas, Así, otro día de 1957, se ponía en marcha un cursillo de industrias rurales. Las clases eran impartidas por  Covadonga López de los Bueis. Asistían 45 chicas de la localidad y el entorno de Tapia. Se les enseñaba el curtido de pieles, la fabricación de quesos, la conservación de frutos y otras prácticas del mundo agrorural. El Instituto, a su vez, inauguraba un campo de prácticas, para sus alumnos, en el  Cabiyón. Entre las primeras actividades, se llevó a cabo una plantación de patatas, previa ejecución por los alumnos de todas las tareas previas de preparación de la tierra y arado de la misma.



                                               Entrega de premios por las autoridades locales


El Instituto tenía una intensa actividad, en esos años, aparte de su propio calendario escolar de formación reglada. Se celebraban con frecuencia cursillos diversos. Es el caso del que se celebró, a lo largo de doce días, en el inicio de 1957, sobre la leche y sus productos y sobre Electricidad. En el primero de ellos se impartieron lecciones sobre alimentación de la vaca, obtención de la grasa, medición del grado de acidez, densidad y el valor alimenticio de los productos lácteos, fabricación de quesos, mantecas, yoghurt, diversos modos de utilizar la leche, conocimiento de posibles fraudes en la pureza de la leche y análisis bacteriológicos y de cuajos. Fueron profesores del mismo: Fabio López Puga y el veterinario Manuel Alonso Cuevas. En cuanto al de electricidad, que estuvo a cargo de los profesores del Instituto, Francisco Pérez Núñez y Juan José Carrasco Maseda, se trataba de dotar de conocimientos técnicos y prácticos a quienes desarrollaban sus actividades o sintieran afición por la rama eléctrica, ayudando, además, a formarse a quienes estuviesen preparándose para Técnicos de Señales Mar´timas, Mecánicos Navales y similares.


Otro día, a principios de 1957, Tapia acogía una serie de actos de convivencia y confraternidad con la recientemente creada Sección Naval del Frente de Juventudes de Ribadeo, más popularmente denominados Flechas Navales. Tras la misa y el festivo desfile de los Flecha Navales, con su sección de gaitas y tambores y su alegre música al frente, se disputaba un partido de baloncesto en la cancha del Instituto Laboral de la localidad. Por la tarde, tras un nuevo concierto de gaitas y tambores, se desarrollaba una animada competición de ping- pong. El baloncesto y el tenis de mesa eran los deportes más practicados por los jóvenes de Tapia en el Instituto.



                                    Patio de deportes del Instituto Laboral (vista actual)





                             Los Flechas Navales de Ribadeo desfilando por las calles de Tapia

Pero no era el Instituto la única fuente de actividades culturales, artísticas y deportivas. En marzo de 1957, Educación y Descanso celebraba en el Hogar del Productor de Tapia, un interesante ciclo de conferencias. El programa estaba compuesto por el abogado Joaquín Pérez Núñez, sobre El Oriente Medio; el también abogado, Moisés Balabasquer López, disertaba sobre La vida en Madrid durante la Campaña de Liberación; el profesor del Instituto Laboral, Juan Estrada Nora, sobre Paris, Montmartre y el barrio Latino; el Director del Instituto Laboral de Ribadeo, Dionisio Gamallo Fierros, sobre Un español premio Nóbel: Juan Ramón Jiménez; el profesor del Instituto, Alberto Mediavilla Martínez, con La vida en el mar; el Jefe del Sindicato provincial de la Pesca, José Escotet Cerra, sobre Las grandes factorías pesqueras flotantes; el redactor deportivo de La Nueva España de Oviedo,  Juan Luis Cabal Valero, cerraba el ciclo, disertando sobre El deporte, deporte.


                                                                              Coral

La celebración de la primera misa, en Tapia, de un nuevo sacerdote, allá por  el mes de Junio de 1951, nos sirve para conocer una serie de personas que tuvieron importancia en aquellos años. Se trataba de la primera misa de D. Miguel Sánchez Campón en la Iglesia Parroquial de San Esteban de Tapia de Casariego. Junto al nuevo sacerdote estaban, como diáconos, D. Germán Vicente Pérez y D. Evaristo Fernández Méndez. Eran padrinos eclesiásticos del nuevo misacantano, D. Bonifacio Amigo Fernández, párroco de Tapia; D. Ramón Fernández García, Canónigo de Ceremonias  de la Catedral de Oviedo; D. Juan Antonio Fernández Viña, párroco de Salave-Campos. A su vez, eran padrinos seglares, Manuel Sánchez Prieto, Carmen Rodríguez de Sánchez, Manuel y Tarsila  Sánchez Campón.  Estuvieron presentes en la ceremonia otros sacerdotes de la zona. Eran estos: D. Sabino Lanza, D. Remigio López, D. Jesús Fernández y D. Lucio Lanza.

En el capítulo festivo, es de destacar que se organizaron durante algún tiempo, hacia el año 1957, las verbenas de los  sábados. Así sucedía, por ejemplo,  en agosto de 1957, cuando, organizada por la Peña GAM.VE.TA, se celebraba una gran fiesta, amenizada por la orquesta Ritmo, de La Caridad, que resultaba muy animada y concurrida.


                                        Misa en el día de su fiesta en la ermita de San Sebastián

Si bien la vida del pueblo era tranquila, con el devenir de los días sin grandes acontecimientos derivados del sencillo transcurrir de las existencias de sus habitantes, en alguna ocasión se producían hechos de mayor relieve que, en ese momento, daban calor y colorido a las calles de Tapia. Así sucedía  un día de  setiembre de 1958, cuando el Ministro de Educación, Don Jesús Rubio García-Mina, visitaba la villa. Era acompañado por el Delegado Nacional del Frente de Juventudes, don Jesús López- Cancio, recorriendo el pueblo y deteniéndose en el Instituto Laboral donde era informado de las reformas que iban a ser introducidas para su modernización. De menos relieve político, pero de más trascendencia local eran las visitas que de tarde en tarde hacía a Tapia el Gobernador Civil de turno. Normalmente traían consigo alguna inauguración o puesta en marcha de algo. Y esto constituía una pequeña ruptura de la vida sencilla de Tapia. Era el caso de la visita que hacía en noviembre de 1957 el Gobernador Civil de Asturias a Tapia.  Le acompañaban, el alcalde local Manuel López González, el Brigada de Carabineros, José Ramón Díaz y el Patrón Mayor y el Secretario de la Cofradía de Pescadores. Se visitaba el nuevo edificio de la Lonja y la Cofradía local. También se pasaba por el Grupo de viviendas del Barrio de San Blas que se estaba acabando de construir por esas fechas.


                                         Visita Tapia el Gobernador Civil de la provincia

La llegada del año 1958 trajo fuertes temporales de viento y lluvia, mientras el frío atacaba toda la costa de Asturias y Galicia. Todas las crónicas del mes de enero, de las diversas poblaciones llevaban a las páginas de El Faro de Tapia las incidencias meteorológicas.  Un titular de la portada del número 26, de fecha 7 de febrero de 1958. decía Han aparecido los lobos. Y no era una fantasía periodística. Las nevadas caídas sobre todos los montes de la zona, desde el puerto de La Garganta hasta El Franco, los cubrieron durante días  de un manto blanco que se resistía a desaparecer. La temperatura había descendido con intensidad. Decía el periódico: debido a estas nevadas y a que con la repoblación forestal los lobos aumentaron  considerablemente en su número, se está creando un serio problema para los ganaderos que viven cerca de las montañas, pues estas fieras han causado y están causando  graves daños en el ganado. Tenemos noticias de los Oscos, según las cuales algunos rebaños de cabras y ovejas sufrieron muchas bajas por esta causa. En otros pueblos y aldeas más cercanas a Tapia también fueron atacados varios potros y yeguas. El día 20 de enero, en las inmediaciones del embalse que surte a nuestra villa de agua potable, los lobos devoraron tres ovejas y mataron algunos perros pertenecientes a caseríos cercanos. Se dice que han sido vistos varios ejemplares, entre los que al parecer destaca una loba de gran tamaño que anda acompañada de sus crías. Esto ha producido la consiguiente alarma entre las gentes del campo.

En el último número de El Faro, de diciembre de 1958, se dan unas cuantas noticias de la vida del pueblo. Así, se comenta el paso, un año más, por Tapia de la Compañía Asturiana Los Mariñanos. Parece que se trataba de una compañía de teatro o de comedias que, tras pasar por Tapia, actuaba en La Roda y Serantes. Se daba, también, noticia de los preparativos de la Comisión Organizadora de la Cabalgata de Reyes y de la celebración del Día del Maestro en la festividad de San José de Calasanz. En este acto se imponía la medalla de S.E.M. a la maestra jubilada, Bernardina Campoamor, que durante más de cuarenta años enseñó a varias generaciones de tapiegos. También se hacía entrega del premio del Frente de Juventudes, dotado con mil pesetas, al maestro de Salave, Amalio Fernández Valdés.

4 comentarios:

  1. El apellido correcto del mecenas que permitió la construcción del Instituto es Fernando Fernández Casariego y Rodríguez-Trelles (no Trilles). Se alude en ocasiones a D. Juan Carrasco y en realidad se llamaba Juan José Carrasco. ¡Perdón por tantas correcciones que no aportan nada al grueso de lo que se está tratando! Todo es muy interesante

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  2. En efecto es Trelles. Se trata de una errata de escritura. En cuanto al Sr. Carrasco, se llamaba como dice usted, Juan José. Lo conocía mucho ya que vivíamos en la misma casa que él. El en el piso superior y nosotros en la planta baja. A su hijo Juan José y a Margarita, su hija, los conocimos mucho por ese motivo. Corregiré ambas cosas. Gracias por sus aportaciones.

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  3. Me ha llegado muy profundamente leer la parte en la que se menciona que mi padre, Mariano López de los Bueis, recientemente fallecido, ganó el concurso de Belenes de 1956 junto a otras dos personas. Buen recordatorio para saber sobrellevar las primeras Navidades sin él. Un saludo cordial.

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    1. Me satisface que el haberlo nombrado os haya alegrado a la familia. Un saludo

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