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 CASTROPOL

La villa de Castropol siempre se ha caracterizado por su vida cultural. A la pequeña escala, propia de su tamaño como población, pero destacando sobre otros pueblos de la zona por estas actividades. Sin duda, su Biblioteca Municipal cooperó siempre a ello.  Entre esos diversos eventos se celebraba  en los primeros días de 1956 un interesante acto de homenaje a Menéndez y Pelayo. Acudieron diversas personalidades del mundo de las letras y la política. Presidía el acto el gobernador civil Labadie Otermin.  Hubo una misa en la iglesia parroquial, en la que el párroco arcipreste de Tineo e ilustre hijo de Castropol, José Villamil, pronunciaba una plática recordando la figura del importante escritor español. Después, las autoridades y el pueblo que las acompañaba, se dirigieron a la casa de los Menéndez  Pintado en la que se descubría una placa con el siguiente texto: Esta es la casa de los Menéndez Pintado, solar espiritual de don Marcelino Menéndez y Pelayo. Castropol le dio padre y tutor. Santander cuna. Barcelona, senda. El Ayuntamiento y la Diputación, le dedican este recuerdo. A continuación, en la Biblioteca Menéndez Pelayo, se celebró una interesante velada literaria en la que hicieron uso de la palabra José Rodríguez Fernández, capellán del Hospital de Vegadeo; los catedráticos  Pedro Penzol y Dionisio Gamallo Fierros, el Decano de la Facultad de  Filosofía y Letras de Oviedo, Díez Echarri, el Capitán de la Marina Mercante, Marcelino Menéndez Martínez, primo carnal del autor de la Historia de los Heterodoxos.


                       Castropol vista desde la carretera de Mirasol, en Ribadeo en los cincuenta



                                 Castropol visto desde otro punto de la carretera de Mirasol

En relación a la Biblioteca Municipal, se producía un pequeño acontecimiento que prueba, aún más, el dinamismo de los rectores de la misma. Se producía en 1957 la creación de una sucursal de esta Biblioteca de Castropol en casa del industrial Santiago Amor, en San Juan de Moldes. Al acto de inauguración de la misma asistían, pronunciando palabras conmemorativas del mismo, el catedrático de la Universidad de Leeds (Inglaterra), Pedro Penzol y el Maestro Nacional de San Juan de Moldes, Ceferino Santos. Cerraba el acto una charla de Eduardo Canel sobre el funcionamiento del Centro Coordinador de Bibliotecas de Oviedo en sus relaciones con Castropol.

En enero de 1956 se recibían dos piraguas para el Frente de Juventudes. Se trataba de dos embarcaciones de los tipos K-1 y K-2 para el entrenamiento de los jóvenes remeros de Castropol. En marzo de ese año se comentaba en El Faro de Tapia que la poda de árboles de la huerta jardín de los señores Loriente, en especial de las acacias que daban a la calle del Pozo, despejaba la vista de la ría desde el espolón del Parque, lo que satisfacía a las gentes que acudían a ese lugar. También se iba a cerrar el Campo de San Roque con el fin de que no fuese un lugar  de paso de ganaderías y aves de corral.

En marzo de 1956 era nombrado Juez de Primera Instancia e Inspección de esta villa don Dositeo  Barreiros Mourenza, que venía desempeñando anteriormente este cargo en Ginzo de Limia (Orense) y, por esos días, tomaba posesión de la Secretaría del Juzgado Comarcal de Castropol don Nicanor Aser Martínez Suárez, procedente de Guernica.

Era noticia luctuosa el fallecimiento  en febrero de 1957 del Presbítero de la villa, don Manuel López López, doctor en teología y encargado de la parroquia de San Juan de Moldes. Había sido profesor del Seminario y era miembro del Instituto de estudios Asturianos. Le sustituía, poco después, como Cura encargado de la citada parroquia, don Manuel Galán López. También la del conocido Máximo Cancio y Menéndez de Luarca, fallecido el 29 de diciembre anterior.

Las fiestas de Castropol revestían, año tras año, un relieve importante, lo que atraía a muchos visitantes de pueblos y aldeas cercanos. A modo de ejemplo podemos resumir las celebradas en el verano de 1957 al Apóstol Santiago, Patrono de la Villa.  Se celebró un torneo de baloncesto entre los equipos de Frente de Juventudes de Tapia, Flechas Navales de Ribadeo, Club Baloncesto de Ribadeo y Club de Castropol, siendo el equipo de Castropol el vencedor. Después  se celebraba un baile en la pista del Tenis Club. El día 24, potentes bombas de palenque y repiques de campanas  anunciaban la víspera de Día Grande. Los gigantes y cabezudos hacían las delicias de los pequeños, envueltas en algún que otro susto. Por la tarde y noche los bailes en el  Parque de Loriente eran amenizados por la orquesta Copacabana de Luarca. Ya en el día 25 de agosto, se celebraba una solemne Misa cantada en el Templo parroquial, seguida de procesión presidida por las autoridades. Por la tarde, se desarrollaba el V Circuito Ciclista  de Castropol, con el recorrido Castropol-Vegadeo- Castropol- Tapia- Castropol, en la que participaron 30 corredores de toda la provincia. Ramón Vijande de Castropol lograba el segundo puesto.


                                                          En un día de fiesta en Castropol

Y en esos días festivos del verano llegaban visitantes y veraneantes a la villa castropolense. Era el caso, en ese año, de Margarita Escribano de Serrano e hijos; Carlos Vinuesa, esposa e hijos; Fernando Murias e hijos; Rosita García Santa Eulalia y  su hermano Pedro; Ramón Reguero y esposa: Fermín Labandera y esposa. Todos ellos procedentes de Madrid. De Santander lo hacía Antonio Murias; de Jerez de la Frontera, el capitán de Infantería, José Tralleros y esposa; de Sevilla, Morón, Francisco López Menéndez;  de Oviedo, María Cortina; de Paraguay, Rafael García; de El Ferrol, José María Navarro, señora e hijas; de Granada, Fernando Serrano….

Poco después, llegaba a Castropol el nuevo coadjutor don Cándido Barcia Rubio. Se celebraban las fiestas en San Roque y, en el capítulo de viajeros, se informaba en la prensa de Tapia de la llegada de nuevos visitantes a la villa: Germán Cancio y señora, María Teresa Bermúdez de Espinosa e hijos, Luís Gervás, señora e hijos, Maribel Pérez Penzol, Chichita Amaro Pérez, Chafi Moreno de Penzol e hijos, Amaro Piña y señora, todos ellos procedentes de la capital de España. De Coruña, llegaba Rafael Pardo Argüelles y esposa; de Oviedo, José Muñoz Calero y esposa, Carlos Murias, María Vijande e hijos; del Ferrol, Pedro Rodríguez Velasco e hija; de Valladolid, María Teresa Sanjurjo de López e hijo y María Luisa Sanjurjo; de Buenos Aires, José Manuel Candaosa. Como se ve, la lista de visitantes en el verano de Castropol era amplia, señal de que la tranquilidad y las bellezas naturales de la ría atraían mucho. Por cierto que, poco después, a la entrada del otoño, se informaba de la llegada a la villa de la temida gripe asiática. El corresponsal remataba diciendo que al final se había quedado en un vulgar trancazo, pese a venir de Shangai.


Las notas de sociedad también se publicaban en los meses de invierno, aunque con menos movimiento, lógicamente. Así en febrero de 1957 se informaba del matrimonio de Rául Fernández Fernández y Maria Teresa García Morán, de la salida para El Ferrol, de Carmen Pardo, viuda de Herrero y su hija Conchita y para la capital de España de Jesús López Villamil y la Maestra señorita Rosita Piñal.

Castropol  recibió, en ocasiones, ayudas de algunos de sus benefactores, generalmente hijos de la villa emigrados a América. En  1957 se informaba de que el filántropo y gran benefactor de Castropol, Carlos Conde Díaz Casariego,  estaba cooperando para las obras de pavimentación de la calle del Muelle hasta su enlace con el Ayuntamiento y lo iban a ser, seguidamente, la placita del mirador de la Ribadía.

En octubre de 1958 se jubilaba el conocido Maestro Nacional de Castropol, Arturo Francisco Lorido Lombardero, quien había comenzado a ejercer su docencia en 1906, logrando un gran reconocimiento social entre sus muchos ex alumnos. Poco antes había recibido un premio del Ministerio de Agricultura.


                                                        
El invierno del 57-58 llegaba a su punto central y con él los grandes temporales de esos años del final de los cincuenta. En la primera quincena de diciembre uno de ellos, de gran intensidad de viento y agua, que barrió toda la cornisa cantábrica, zarandeó fuertemente los pueblos de la ría y gracias a las precauciones tomadas por los marineros, no hubo pérdidas en la flota de embarcaciones. Pero el muelle de la Punta de Castropol que ya se encontraba en mal estado, sufrió importantes desperfectos a causa del fuerte oleaje.



                      Vista de los astilleros del Esquilo con abundante actividad en los cincuenta

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